El pasado sábado 3 de julio, un grupo de jóvenes asesinó a Samuel a gritos de “maricón”. Si bien el asesinato desencadenó protestas en redes sociales y manifestaciones a pie de calle protagonizadas por jóvenes, aún hay quien se empeña en decir que sucesos como estos ocurren por culpa de, por ejemplo, los videojuegos.

El 14 de julio El País publicó un artículo donde se destacaba que acciones como estas se alimentaban mediante videojuegos como Fortnite. En el artículo se afirmaba el problema que arrastramos como sociedad: “Los niños de ahora tienen poco autocontrol y poca tolerancia a la frustración, no aprenden a compartir, ni a resolver conflictos ni a controlar sus impulsos […] Se nos viene encima un problema enorme, porque la gente no va a saber qué es ficción y qué realidad”.

No podemos permitir que se publiquen artículos así, entre muchas cosas porque atribuir comportamientos violentos a los videojuegos es incorrecto, así lo muestran los estudios: la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) ha manifestado en varias ocasiones que no existe evidencia de la asociación entre los videojuegos violentos y la violencia letal y, además, si bien la industria de los videojuegos no ha parado de crecer, la tasa de homicidios en el mundo es cada vez menor.

Por lo contrario, otro tipo de asesinatos, como los de violencia de género, se han mantenido estables, por lo que existen otros factores culturales y sociales que sí influyen en la conducta violenta. En datos recogidos en el informe Homofobia de Estado, elaborado por la asociación internacional ILGA en 2020, 69 países aún criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo.

Y esto no es fruto de los videojuegos, sino de las carencias que sufre nuestra estructura política y social. Culpar a los videojuegos de crímenes violentos supone restar responsabilidad a lo que realmente importa: a la educación, al peso que tiene la voz de los políticos y a nuestro sistema.

Porque recordemos que España es un país en el que nos permitirán salir a la calle a protestar por el asesinato de Samuel, pero podremos sufrir cargas policiales precisamente por ello. Y en casos como estos es donde reside el problema, y no en los videojuegos. Cuando se impone una responsabilidad directa hacia el ciudadano y no hacia sus representantes.

Ariadna Morales

Periodista