En El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx comienza la obra con aquella frase, completando a Hegel sobre la repetición histórica, que hizo enseguida fortuna: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. De lo que no prevenía Marx, y tampoco Hegel es de la rapidez con la que, a veces, ello sucede.
La noche del 11 al 12 de diciembre de 2020, los ciudadanos de Mataró nos encontramos con el cierre de la policía local por falta de efectivos.
Nuestro grupo municipal, Ciudadanos, preguntó al gobierno por esta anómala situación. Pero el gobierno-mayoría quitó enseguida hierro al asunto. Como hacen los gobiernos rodillo, su no-explicación de lo ocurrido consistió en atribuir a un hecho puntual y a la coincidencia de una serie de circunstancias extrañísimas, en palabras del propio gobierno, el cierre de la Policía y, ¡ay! no se le olvidó añadir que la interpelación de Ciudadanos, (la preocupación de los demás grupos municipales por la seguridad de los barrios es nula o casi) trataba un hecho puntual de manera insana para hacer ruido y embarrar políticamente la situación; además de ser un espúreo intento de querer sacar tajada política en vez de apoyar (imaginamos que callándonos) al gobierno damnificado.
Lo que este grupo municipal pedía, después de haber hablado con los agentes de la Policía Local era, ni más ni menos que se les escuchara y atendiera en sus reclamaciones; que se hiciera una auditoría sobre riesgos laborales del cuerpo ya que, como ellos mismos reconocían, sufrían sobrecarga de trabajo y ansiedad y que se mejorara el sistema de reparto de turnos que, claramente, fallaba.
La respuesta fue No. No a un cambio de modelo de policía local. No a una auditoría que evaluara los riesgos psicosociales de los agentes. No al aumento de efectivos en el turno de noche. La solución vendría, según el gobierno, en forma de nuevo mando que pondría orden a la situación.
La ciudadanía, no obstante, vivió el conocimiento del cierre de la policía con la angustia propia que puede sentir cualquiera que sabe que su casa, su negocio, su familia o sus bienes han quedado a la intemperie y, lejos de asimilar el hecho como algo circunstancial, terminó acrecentando la situación de inseguridad de la ciudad que, hace tiempo ya, vive un escenario de desamparo evidente.
No ha sido demasiado el tiempo el que hemos tenido que esperar para que la historia, como decía Hegel y luego Marx, se repitiera de forma grotesca. A mediados de mayo la Policía Local volvió a quedarse en cuadro y tuvo que ser, otra vez, el cuerpo de los mossos d’esquadra quien se hiciese cargo durante otro fin de semana.
Los hechos coyunturales y de extrañas posibilidades no parecen serlo tanto en esta ciudad que se ha convertido en una de las ciudades más inseguras de Cataluña y en la que el riesgo de sufrir un robo en un comercio es de los más altos incluso de España. Una ciudad en la que sus ciudadanos ven alarmados como la inseguridad se adueña de las calles y el gobierno de mayoría absoluta se muestra incapaz de solucionar el problema fundamental que es la clave de bóveda de la tranquilidad y convivencia de sus habitantes.
El ciudadano entiende que, cuando paga impuestos, este gasto está bien empleado si repercute en su bienestar y en el de sus conciudadanos, pero siempre parece demasiado cuando los gobernantes imponen políticas inútiles amparándose en modelos fallidos, y hacen que los ciudadanos sufran la incompetencia y la inoperancia de políticos ineficaces. Sobre todo, si en ello nos va la seguridad, la tranquilidad y el bienestar de nuestra ciudad.
José Antonio Molero
Concejal de Ciudadanos Mataró